Resumen
Treinta y cinco años después de la segunda conferencia guerrillera del Bloque Sur, en la cual se fundó las FARC, y de la toma a la población de Simacota, en Santander, donde se proclamó la aparición del ELN (Ejército de Liberación Nacional), las FARC tienen más de 15.000 hombres armados, pasan de setenta frentes activos, controla una parte del sur del país, goza de una economía pujante, ha derrotado a unidades de élite del ejército regular, y mantenido la iniciativa militar en los últimos dos años, y ha iniciado un proceso de negociación bilateral con el gobierno del presidente Pastrana. El ELN, por su parte, cuenta con más de 6.000 hombres, controla la región productora de petróleo del país, y a través de la extorsión y los contratos de seguridad con grandes firmas multinacionales ha logrado una economía próspera.
La situación hoy es más compleja que nunca. Al ejército regular y a las diversas formaciones insurgentes se ha unido el creciente y exitoso ejército paramilitar (o de autodefensa: la semántica es cambiante y difícil) para conformar un conflicto armado irregular en el que tres ejércitos se disputan el territorio nacional. No se trata, por lo tanto, como lo quiere cierta visión izquierdista, usada a veces por la insurgencia misma, de un conflicto clásico entre un estado despótico o injusto y una insurgencia que actuaría en representación del pueblo, sino de una disputa territorial y militar entre organizaciones armadas, con fines y métodos políticos divergentes, alrededor del control de la población civil, de sus recursos económicos y del conjunto del territorio nacional.
Este artículo intenta sugerir un modelo de interacción estratégica, que le debe mucho a la teoría de juegos, para entender el tipo de conflicto armado que hoy sufre Colombia, las estrategias de los distintos agentes armados, sus percepciones mutuas, sus capacidades militares y políticas, y los resultados probables de su interacción.
Palabras Clave: Bloque Sur, FARC, ELN, Andres Pastrana, Paramilitares, Conflicto armado