Abstract
Para Camilo Gonzáles la verdad de los discursos de Belisario Betancur hay que compulsarla con la dura realidad de los movimientos populares. Con el fin de realizar el cotejo, se embarca en un análisis estadístico de los paros, marchas y otras manifestaciones del puro pueblo que no puede hacer noticia mientras no salga a la calle. Y ojala que no tuviera que romper vidrios para que la prensa de los dueños del país se ocupara de sus dolores y quebrantos.
El artículo se concentra en la situación de los Movimientos Cívicos en los años ochenta, en razón de su impacto en la vida social y política del país durante los últimos años. Para situarlos en su contexto se ha tomado como "el momento actual" del movimiento popular el que se inicia en 1981 y que incluye la fase final del gobierno de Turbay y los dos primeros años del gobierno de Belisario Betancur. Para comprender esta coyuntura política en la que se insertan los movimientos cívicos, es fundamental recordar esas circustancias que marcaron el comienzo de Belisario Betancur. Su gobierno es un intento de respuesta a la crisis que se incubó y a su vez influyó de manera decisiva en su posterior evolución. Betancur inició su gestión reconociendo la exigencia de mayores garantías democráticas y despertando gigantescas ilusiones en el pueblo sobre la posibilidad de mejorar asuntos cardinales de substistencia, como la vivienda, la educación y el empleo. El descontento represado por los militares, el Estatuto de Seguridad y el terror oficial, encontró en el reacomodo gubernamental mejor espacio para proyectarse en el escenario político nacional.