Abstract
La iglesia consideró anatema las declaraciones Americana y francesa. La declaración de 1789 fue considerada obra demoniaca y totalmente ajena al Evangelio. De sus 17 Artículos, el Papa Pío VI –que la consideró anatema en el Breve “Quod Aliquantum” del 10 de marzo de 1791- sólo aceptó el Artículo 10 (sobre la libertad religiosa) y el Artículo 11 (sobre la libertad de pensamiento y expresión). Se consideró que existía una incompatibilidad total entre esta Declaración de 1789 y la Fe, debido a la separación entre lo político y lo metafísico, y por otro lado, a la pretensión de eliminar la primacía de la religión católica como guía de la sociedad.
Profundamente unida a la nobleza, la Iglesia experimentó un ataque a su poder de control en aquella sociedad. Toda la visión agustiniana del occidente católico era destruida. La subordinación del hombre al orden divino, del cual la Iglesia era el auténtico intérprete, era vencida para decretar la emancipación del hombre guiado por la razón, en su actividad política y filosófica. Por consiguiente la Iglesia consideró esta primacía de la razón una monstruosidad teológica y, en consecuencia, un contrasentido político.
Palabras Clave: Anatema, Iglesia, Derechos Humanos, Fe, Justicia, Politica