Abstract
Existe un malestar con la política que parece ser universal. No resulta difícil encontrar, aquí o en cualquier otro lugar del mundo, titulares de prensa, artículos, comentarios en los medios audiovisuales o frases en la conversación cotidiana, que hagan referencia al malestar con la política. Malestar que cristaliza en alusiones concretas y recurrentes a la corrupción, el descrédito de los parlamentos, la escasa credibilidad de los partidos y de los políticos, la ingobernabilidad de la democracia, la ineficacia o impotencia del Estado, la imposibilidad de dar respuesta a las demandas ciudadanas, la parálisis del ejecutivo, las componendas burocráticas, la falta de liderazgos o la ilegitimidad de los liderazgos existentes. Dicho malestar es una enfermedad susceptible de una variedad casi infinita de diagnósticos. ¿Se trata solamente de una indignación generalizada contra los políticos profesionales por su manera particularista y corrupta de conducir los asuntos públicos? O se trata, más allá de eso ¿de una inconformidad generalizada de la opinión frente a las formas actuales de hacer política, suponiendo que exista una concepción previa de lo que ésta debe ser? Más aún: ¿estaremos asistiendo a la desaparición de la política como ámbito privilegiado de definición de metas colectivas y de la noción del bien común? ¿Será que la política ya no es el esqueleto de la vida social? O ¿será –desde la perspectiva posmoderna- que debemos renunciar a todo principio articulador de la vida colectiva y resignarnos a la relativización absoluta de los proyectos individuales?.
Palabras Clave: Representacion politica, Tensiones, Dilemas, Inconformidad, Medios de comunicacion